La transgresión como sistema
Abril 2020
Juan Tausk
Lo decidió el presidente y lo hizo con la inteligencia de un pensamiento estratégico. Tal
cómo lo relató en un noticiero, adelantó un día la decisión y con sólo 4 horas de
antelación aplica la cuarentena obligatoria. Quiso evitar la especulación y las salidas
de vacaciones triviales. Bien que hizo, porque una cosa es irse de paseo y otra estar
allí en ese destino si la cuarentena se prolonga. Allí se joroban. En otras palabras, les
hizo un favor. Eso contando la función de liderar, tomar algunas decisiones y asumir
sus consecuencias, sólo. Sin duda acompañado por todo el espectro político, lo cual
habla bien del mismo. Aborrecemos cuando se ensañan para minar el accionar del grupo político antagónico.


“Mear el asado” como sabemos decir. Estas son buenas
señales. Ya veremos si son las bases de cambios más profundos. Lo deseamos.
Nuestra sociedad ha tenido décadas de indicios de sostenidas transgresiones a las reglas, leyes y compromisos
Inevitablemente surgen las primeras transgresiones y no pocas. Ignorancia, malicia,
indiferencia. Considero que hay otra mirada posible antes de considerarlos
“enemigos” de la Nación. Entiéndase, al virus no se lo puede odiar y fabricar
enemigos para odiarlos, no lleva a buenos destinos, más bien, a los peores. Servirá
quizás, para lo que intento decir, una anécdota en la sala de urgencias de un hospital
de Washington antes que tomaran tardías medidas en los EEUU. Paciente con
coronavirus, la indicación es que haga cuarentena en su casa. La médica informa que
es un “homeless”. La jefatura insiste y ordena, “que vaya a su casa”, que no hay.
Debe estar contagiando a cuatro manos. Entiendo de este fragmento anecdótico,
que no todos tienen casa que los alberguen, sino que además no debiéramos
imaginar familias standard con ahorros y hogares aprovisionados de luz, gas y luz, con
cercanos accesos a insumos.
No detallo, pero la brevedad necesaria del anuncio debe haber dejado a algunos sin
saber adónde ponerse. Eso requería de algunos desplazamientos para resolverlo. Ahí
no está el problema, es cuestión de un par de días y la disposición amigable de las
autoridades, junto con la aplicación severa de la cuarentena. Pero dos semanas es
una cosa, pero si la cuarentena se prolonga más de un mes, escenario harto probable
se genera otra situación social pues no se visualiza y nadie sabe aún, cuánto será
suficiente.
A mi entender el problema estaría en otro lado. No me refiero a los distraídos, a los
descuidados de sí y de los demás o los confundidos. Porque a ellos se los puede
arrestar y someter a la justicia, y también acontece que se los obliga a volver a casa e
incluso se los acompaña a ella. Supongo que se considera no generar un nuevo foco
posible de contagio con la aglomeración de detenidos en las comisarías, poniendo en
riesgo a las fuerzas de seguridad, además de insumir prestaciones sanitarias que
conviene reservar a mejor destino.
Me quiero referir a los transgresores decididos. Nuestra sociedad ha tenido décadas de indicios de sostenidas transgresiones a las reglas, leyes y compromisos. Así como en Suiza se cree al otro y sólo se duda si comete un acto fuera de regla, o en Australia
donde no entienden que quepa la mera posibilidad de mentir. Ante eso había
anhelado que en nuestro país fuera así alguna vez, pues el engaño, la simulación o lo
corrupto se supone que vienen primero: la mezquindad de la picardía y la miseria de
la “avivada”. Pero hay más, creo que las jugarretas de patotas que desafían a las
fuerzas del orden, e incluso a los “qué me importa” y “hago lo que se me canta “,
permiten suponer el riesgo de descontrol social con el paso del tiempo. Por ello las
medidas tomadas son en serio y deben ser tomadas en serio por todos.
Entiendo que, con la obligación del aislamiento social mediante la cuarentena,
debemos poder aprender y asumir como sociedad en general y como ciudadanos en
particular que la norma, como en este caso, nos cuida y protege si se la cumple y
hace cumplir. Esa restricción habilita la construcción de ciudadanía y convivencia. A
veces lo difícil o lo penoso pueden generar un aprendizaje, necesariamente
compartido, que permita construir futuro.