“El mediador como agente resiliente en tiempos de pandemia.”
Juan Tausk
La pandemia con su consecuente cuarentena en todo el mundo, tan extensa como insoportable, en nuestro país, ha llevado al trabajo en casa. Al menos el trabajo que habilita el uso de internet. Afortunadamente es una época en que el “Zoom” y las conferencia por “whatsapp” han permitido, al menos, sostener un contacto y conversación a distancia. Escuchar y vernos no fue poco, pero no era tocarnos: desde el abrazo al beso a tomar mate. Esto último parecía que se había perdido para siempre: nada más raro que repartir mates y bombillas a cada cuál, como si fuera una copa de vino.


Pero hubo pérdida. No me refiero sólo al aislamiento que dispersó la convivencia social y la alegría del encuentro, sino la presencia, la eficacia del trabajo en equipo o al menos, verse y conversar, tocarse. Hay por delante una dura tarea, pues esto va a ser harto difícil de recuperar. Pero hay otra pérdida, consecuente del trabajo en casa: la intimidad.
La pérdida de ideales, proyectos, relaciones y actividades, ha llevado con no poca frecuencia, a ponerse en contra de sí mismo y de los propios. Tirarse abajo, como bien decía Freud.

Harto difícil ha sido la convivencia familiar, sin embargo, a algunos les permitió amalgamar a hijos y cónyuges en una alegre convivencia. La mayoría no. Sufrió del encierro, del aislamiento, de la desconexión y de los consecuentes indicadores de perturbación en lo mal llamado salud mental. Rápidamente se ubica a una persona en la grilla psicopatológica: no padece una depresión sino que ES un depresivo o ES un Bipolar, tan a la moda, como una marca o estigma. Pero si las máscaras del teatro muestran la risa y el llanto. Al final y al cabo, Caetano Veloso canta: “…de cerca, nadie es normal”. Me gusta, es más amigable y real. Los accesos de angustia y la vivencia depresiva fueron una dura experiencia. Incluso el desapego, las dificultades para concentrarse y los registros diversos del enojo. La pérdida de ideales, proyectos, relaciones y actividades, ha llevado con no poca frecuencia, a ponerse en contra de sí mismo y de los propios. Tirarse abajo, como bien decía Freud. No todos, claro, pero no pocos, como indica la creciente consulta psicológica. Una fuerte presión hacia adentro se encuentra con lo más duro de sí mismo, hasta entonces contenido o ilegible. Problemas de sueño, pérdida de interés en habitar la sexualidad, enojarse, refunfuñar, andar desaseado, sentir Inquietud física, ni de lejos hacen una psicosis. Alterados, como dice Maitena. Son las consecuencias de lo traumático y de no tener con qué responder a ese exceso vivido. como veremos más adelante.
II
Leamos esta notable idea de Antonio Porchia:
Creías que destruir
Lo que separa era unir.
Y has destruido
Lo que separa.
Y has destruido todo.
Porque no hay nada
Sin lo que separa.
Lo que separa es salir a trabajar, poder no estar, reunirse con las chicas o los muchachos, el silencio, el deporte, es abrevar del mundo. La cuarentena llevó a que todo sea en el hogar, con la pareja, de haberla, en un exceso tal, que se quiebra lo que se ha denominado “el misterio en el otro”. Un exceso de presencia que algunos denominan “tóxica”. Obviamente no todos, pero ha llevado a una “loca convivencia”. Escuchamos de casos que han derivado en separaciones. “No lo/la aguanto más” y el “No los aguanto más … a los chicos”.
En nuestro campo, el que separa, ¿no es acaso el mediador? Sin duda, creando un espacio de “terceridad” abre un espacio físico, emocional y de reflexión entre dos, sean
individuos o grupos, partes se dice. Empecinados en la colisión que los liga, amontona y hasta fusiona, cuando sus anhelos y posiciones se oscurecen, en la atribución de tipo “paranoica”: es el otro el causante de mi mal. Claro, acompañado por la tergiversación de las versiones, las profecías autocumplidas, la carencia de consistencia, el dislate trivial, cargados de enojo y por qué no, de talante odioso. Hay mediaciones en que esto no afecta tanto, porque el tema trata de daños y perjuicios o es comercial empresarial. A veces. Pero para el resto la intemperancia, el fraguado de excusas, el destemplado destrato.
Todo esto lo sabemos de nuestra experiencia. Pero, además, la coincidencia maravillosa del reconocimiento en una negociación lograda y generosa. El reconocimiento del otro como auténtico otro (dixit Maturana)
Vamos al punto. Afortunadamente desde hace ya varios años, la mediación online aportó nuevas posibilidades en que la distancia la impedía. Eso se refuerza con el uso de Whatsapp y Zoom. Incluso sistemas específicos para mediación que ya se han desarrollado hace varios años. Pero, ¿qué les falta a estos modos tan útiles? La presencia que permite “respirar con el otro”, acertada frase aportada por un estudiante paraguayo de una Maestría en mediación y negociación. El verse cara a cara: mirarse a los ojos, el movimiento, los gestos, las actitudes, las inflexiones, el timbre, el llamado de la voz, son todos factores importantes de ser percibidos y leídos por el mediador y los participantes de una disputa. Eso pasa obviamente en todas las comunicaciones, sean amistosas, familiares o de estudio. Claro que esto es para estos tiempos de pandemia: distancia social, cuarentena, menor movilidad y disminución de los encuentros. Ésta pérdida es incalculable, porque buena parte de las comunicaciones para establecer una posibilidad de negociar, le es indispensable. Sabemos, la experiencia lo acredita, que ese es un tiempo necesario para poder iniciar la navegación desde las “posiciones” a arribar a explorar los “intereses”, dicho en nuestra habla. Pasados estos momentos, que en general se prolongan pues, son la parte mas extensa de una negociación o una mediación que la soporta. Ahí el mediador puede hacer un trabajo exquisito, imprescindible. El tiempo de explorar las opciones y arribar a acuerdos es mucho más breve y además tanto más amigable. Cuando se llega. Y si no, abre esa posibilidad en un futuro.
Ya hay negociaciones presenciales. Eso está caminando. Pero tienen una dificultad. No se ven las expresiones faciales, salvo los ojos. Sabemos que la sonrisa es tan acogedora e invitadora que se abre a una reciprocidad. Pero tengo la impresión (disculpen esta rara elucubración) que desvía la atención. En la mujer seduce cuando lograda. No sé decirlo en el hombre. Si embargo revela muchas cosas, estados de ánimo, actitud y disposición. Cuando falta, cubierta por un barbijo, sentimos que algo falta, en todas las relaciones. Se ven solamente los ojos y un rostro velado. Un equivalente del velo (Nigab) del mundo árabe. Descubrimos que los ojos, la mirada son mucho más reveladores. Muestran enfado y decepción, entusiasmo y alegría, seducción y encuentro, aceptación y enamoramiento. Espera, ansia, pena, tristeza, enojo, rabia, bondad, malicia y tantos más sentimientos y emociones. Sin embargo, la poesía siempre ha tratado los ojos, de la mujer, como objeto que subyuga y enamora. Pero nada más. No en vano el saber popular dice que “los ojos son el espejo del alma”. Es anónimo, no está en ningún poema aunque bien le cabría la metáfora. Quien más se le acerca es San Mateo en su Evangelio: “Los ojos son el reflejo de tu carácter, así que tu bondad o tu maldad se reflejan en tu mirada” 6: 22-24. Entonces, el mediador podrá adaptar su percepción de los que negocian, como fuente de conocimiento, a lo que ofrece la mirada. Debo sí agregar lo que quizás sea un pequeño hallazgo que quiero compartir. La vivacidad de los ojos, en la mujer, las presenta más jóvenes que su edad real. Prueba, verás.
¿Pero qué decir de la mayor dificultad? Que las ideas de uno/s y otro/s, no sean más que anotaciones, indicios, palabras en el aire, que no pasan por las mentes, los corazones o las emociones de ninguno de ellos. Ahí está el talento del mediador, incluso del facilitador de diálogos, y porque no, del “coach”. Deben pasar por las de él también.
Se ha dicho del efecto terapéutico de la mediación. Efecto y claramente nunca psicoterapia en su sentido propio. Pero los por el trabajo de los participantes consigo mismos: pensarse, reflejarse en el otro, indagar sus intereses, o sea deseos, anhelos, su ansiedad y esquemas mentales bien llamados en psicoanálisis “fantasías inconcientes”. Sobre todo: ¿por qué, o mejor para que quieren lo que quieren?, avanzando sobre esas aguas turbulentas de las posiciones, de las demandas y las ofensas, de arrancar del otro, etc. Entender las razones del otro que nunca son “locas” o absurdas. Tienen una construcción que conviene recorrer. Estar abierto a recorrerlas en el otro, sí, pero en uno también. El efecto de este trabajo, que abre los ojos, ahonda en uno mismo y que incentiva los recursos comunicacionales, sin duda producen efectos no solo para la ocasión, sino también en sus vidas y en plazos más extensos. No es nada inusual que se abran a mejores comprensiones y mejores conversaciones con amigos, pareja e hijos, hasta con esos enojosos vecinos, por qué no incluir a la suegra…
Las actitudes esperables de un mediador van más allá de la necesaria ecuanimidad y asegurar la confidencialidad. Por supuesto más allá de la técnica propia del oficio se trata de la creación de diálogos, la sanación de los enconos y malentendidos y el efecto curativo, si se quiere incluso terapéutico. La aceptación de los otros, hacerles lugar y alojarlos en sí mismo. Aceptarlos y valorarlos. Porqué no denominarlo ternura como lo hace Fernando Ulloa. Un poeta concluye en un breve poema con estas palabras:
…Entonces es que comienzo a entender
que la expresión que no podía encontrar
la forma más sublime del amor
debía llamarse ternura.
Es desde allí que podemos pensar al mediador como agente de resiliencia. La idea de resiliencia, bien incorporada al pensamiento actual, debe entenderse como un concepto dinámico y no una cualidad u objeto que se tiene o no se tiene: se obtiene. Se genera activamente y se produce con otros. Sin duda eso vale para el mediador mismo.
Siguiendo a Boris Cyrulnik (sus libros son preciosos) no se trata de una receta para la felicidad, sino más bien una estrategia para afrontar la desdicha y la adversidad, que permite lograr alegría y placer y ¿por qué no? disfrutar la vida, pese a todas las contingencias. Pero eso, insisto, funciona sólo si se hace con otros: es un acontecimiento en comunidad. Es encontrar los modos para protegerse y proteger de lo traumático, del dolor, de los riesgos y las amenazas, de un modo que sea socialmente apropiado. Pero, sobre todo, que ello genere renovada fuerza y crecimiento y transformación personal.
Los indicadores esperables resultantes de un proceso de resiliencia son similares a lo que se espera de la salud personal tanto en lo psíquico y físico como en la vida social. Podemos recorrerlas rápidamente, pero luego vamos a resaltar dos en particular.
Que la persona pueda reflexionar y mirarse críticamente a sí mismo, conozca las necesidades propias y de los demás – que generen autoestima – , que tenga capacidad de relacionarse y establecer lazos afectivos, que tenga iniciativas y que procure lo nuevo en lo ideativo y en la acción, que tenga sentido del humor (la risa, esa bendición) , que tenga capacidad para hacer sus actividades, sea estudiar o trabajar, y que pueda sostener valores morales, reglas sociales, sabiendo de los límites entre uno y el otro. La posibilidad de aportar a lo colectivo, ser solidario y empático con las necesidades y carencias de los otros, sin descuidarse. Sin duda que tenga principios que rigen su conducta. Todo ello resulta en una saludable autonomía. Ahora bien, si vamos a pensarlo, probablemente estos indicadores respondan a criterios genéricos de la llamada salud mental. No se vería aún la utilidad del concepto de resiliencia.
Miremos desde otro lado. Todos han experimentado situaciones traumáticas, de stress y de exigencias para las que quizás no tenían suficientes recursos psíquicos para afrontarlas. Entiéndase el temor a enfermarse o que se hayan enfermado los padres o los hijos, de la angustia social generalizada junto con el enojo, la inermidad y la desesperación.
Es aquí donde es necesaria y entran las funciones para aportar a restañar las heridas y potenciar un retorno a una normalidad y a superar la adversidad habitada, incluso estando atravesándola, para el caso, el mismo mediador.
Ahora sí conviene resaltar los dos temas centrales que definen la experiencia resiliente.
Una de ellas es tener un sentido de para qué o por qué voy a avanzar en las duras contingencias de la vida. Veamos los dos. Uno es el que destaca Victor Frankl al referir que, en los campos de concentración – él estuvo internado en uno – los que mejor sobrevivían a esa dura existencia eran los que tenían ideales, como ser los políticos – tenían una aspiración revolucionaria y ergo necesidad de sobrevivir – y los religiosos, dada su fe. El acento está en que se tenga un propósito, un objetivo, una meta que den sentido al existir. Esto sin duda incluye siempre a otros. O sea, que alguien no se entrega, no renuncia, aun en las más difíciles adversidades.
Que tengan un propósito. Eso no se impone, claro, se conquista con una actitud abierta, empática, de buenas miradas y escuchando. Pero esa tarea debe poder generar un sentido, una dirección a la que se suman los otros. Tiene que haber algo para él. La construcción de un propósito que no se hace, porque el sujeto se da por perdido.
Debe haber alguien. He aquí la clave de la resiliencia. Su núcleo duro. Pero todos lo sabemos pues lo hemos vivido, a veces sin registrarlo o significarlo suficientemente. A un grupo de docentes les he pedido en una evaluación en un postgrado, que describan qué es lo que hizo una persona que hayan considerado un modelo en sus vidas, que haya incidido en su vocación y tarea como docentes. Las descripciones de lo que han hecho y más aún transmitido – tanto más importante – madres, padres, directores y maestros de primaria y secundaria y no pocos directores y supervisores cuando ya eran maestros, fue decididamente conmovedor.
Alguien hubo para acompañarlos, alguien estuvo con ellos, de su lado.
En el contexto de la adversidad, cuando uno siente que no hay salida y menos un horizonte, cuando hay alguien que piensa que tienes valor, que cree en vos, te hace un lugar en él, te acoge y espera algo para vos, todo es diferente. Ese otro tiene un proyecto, el tuyo y está dispuesto a acompañarte, a saber esperar, a atravesar el desconcierto y la desilusión para que pueda el otro hacer el esfuerzo necesario. Si quieres ver en acto el valor de la presencia como actitud resiliente, nada mejor que la maestra retirada luego de 40 años enseñando en suburbios pobres en EEUU, con una importante población de gente de color, y relata su experiencia en una conferencia TED – que merece ser vista – con su musical tonalidad afroamericana. La ternura de la aguerrida Rita Pierson. Alguien que no renuncia.
Sí, esas son las tres palabras de la actitud resiliente.
Alguien que no te “cuelga”, que no te abandona a tu suerte. Alguien que identifica tus adversidades, le significan algo y te valora, valora tus logros. En una actitud honesta, de decir la verdad, de no “melonear”. Allí va el mediador. Después habrá todo tipo de
recursos, de los existentes y de los que se inventen. Los que cada uno tiene a su disposición, los que redescubre en sí y los que aprenda de otros.
Allí debe estar el mediador. Porque habrá que ayudar a restañar muchas heridas, ayudar a reconstruir la grupalidad que se sabe habitar, fortalecer sus habilidades afectadas por la ausencia. Todos saben reconocer, como siempre, quien está con ellos, que los quiere mejores, que potencia sus iniciativas, que ayuda a alumbrar lo novedoso, la inventiva y la iniciativa. También que acepta y respeta la vacilación, la incertidumbre, la distracción y la necesidad de callar, en los tiempos de cada cual. Así el mediador puede ayudar a los que disputan – sus clientes – a desanudar la “trama” de sus conflictos.
Sí, estas ideas estaban ya presentes en la actividad mediadora. La diferencia es que ahora, época de pandemia, muerte y dolor, son no solo necesarias, sino indispensables. Sin duda requieren de mucha honestidad y credibilidad. Pero atención, están lejos de la denominada “autoayuda”. Esos libros que proliferan en las mesas de las librerías, posiblemente por la necesidad de orientación que los tiempos cambiantes generan en nuestras sociedades. El anhelo de entender y saber qué y cómo hacer con nuestras vidas. Pero en general, no todos – claro – son menos ayudarse a uno mismo, que imponer una serie breve y clara de ideas (sin metáforas, una suerte de neolengua Orwelliana, en el libro y film “1984”) e indicaciones de lo que hay que hacer, tal como sugestionan esos autores. Te ordenan, a todos por igual y parecen conocerte más que uno a sí mismo. Si no se ameritan los logros prometidos, la culpa será del lector. Pueden verse algunas ideas más en “Autoayúdese, es una orden” La práctica resiliente y la del mediador está lejos de ello. Mas bien en las antípodas. El mediador precisamente se abstiene de esto, su función es otra: es ética.
Cuando se habla de los cuatro jinetes del Apocalípsis, se enuncian: uno La muerte (o la peste), dos El hambre y tres La guerra. Pero ¿y el cuarto? El cuarto jinete es La esperanza. Allí se sitúa la actitud resiliente. Que no es la ingenua ilusión de un bien supremo, sino un trabajo a realizar con otros, una tarea que solo es posible si construye civilidad y ciudadanía. Después vendrán las diversas acciones que se pueden generar en contextos resilientes.
Estamos en un tiempo, en un contexto tan difícil de habitar, que requiere el no renunciar, el producir creativamente. Tener esperanza.
1 Al respecto, un escrito del autor: “Qué ha sido de Teresa Rodriguez” Trata sobre el problema de encansillar a la gente en casillas diagnósticas. En “La palabra por venir” de Juan Tausk y otros. JCE Editores 2016 Buenos Aires y en “Premio Fac. de Psicología.UBA” 2015 Bs. Aires.
2 Los matrimonios según las tradición judía y cristiana, entienden que la única forma de unir es mediante lo que separa. Se puede leer en el cap.15 “ Terceridad: El poder del mediador” en “La tenacidad del odio y la fiesta de la vida: Negociación y psicoanálisis para una convivencia posible” Psicolibro.2019 Bs. Ares. del autor de este trabajo. Se puede bajar desde el sitio web deTramas.
3 Si el lector sabe de algún poema así, sea generoso y lo informa al autor.
4 Hipótesis extraña. Necesito de la mirada de otros para confirmarla o desecharla.
5 Sepan disculpar la enunciación tradicional, sino, pasaría a duplicar los términos y oscurecer. Salvo que el “unes y otres” reduzca el exceso, para mí de innecesario progresismo y agresión a la lengua hispana.
6 Ver nota 2. Cap 3 La confrontación en espejo” y cap. 6 “La lógica de las atribuciones” en “la tenacidad del odio y la fiesta de la vida….
7 “El murmullo de los Fantasmas-volver a la vida después de un trauma.” (Ed. Paidos) y “Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina una vida” (Ed. Gedisa)
8 “El hombre en busca de sentido”(1946) Ed.Herder. Barcelona 1979
9 UTN/ 12ntes: Diploma Universitario en Liderazgo, gestión de conflictos y mediación en instituciones educativas. 2020 y 2021.
10 https://www.ted.com/talks/rita_pierson_every_kid_needs_a_champion?language=es
11 “Autoayúdese, es una orden“ La tenacidad del odio y la fiesta de la vida: negociación y psicoanálisis para una convivencia posible”. Del autor de este escrito.