Madrugada de domingo

Juan Tausk
Enero 2025 

Despunta el sol desplegado en sus rosadas nubes y así suaviza la urbe
compacta que nos habita.

Van apareciendo dehilvanados grupos de jóvenes, ataviados de negro y frustración. Se me hace que no estén madrugando, solo se van aquerenciando a la almohada que los espera, cansada. ¿Habrá sido una buena noche? ¿Algún ligue, un beso furtivo estampado con enojo, quizás una cita para no se sabe cuándo ni cuánto, pero te “guatsapeo”? Me encantan, sería de ellos si no me fallara la edad.

A los cientos de gansos sí les va bien, ¡re!, porque patriarcalmente las pisan o se la ponen a las gansas querendonas y luego terminan navegando en el lago, tomados de la mano, seguidos de su docena de gansitos mimosones.

Pero chicos, ustedes a cuidarse: “comprensen” una media docena de
medialunas de grasa y a casa.

Unos sesentones, de esos de siempre caerse de la cama a las 5, barruntan sobre sus mujeres, mientras desean a todas las demás. Y mientras se mienten viejas glorias, martas, merys y peggys, se pierden en las curvas de las “chicas de Divito” 1 , disfrutando del parque y de la amistad.

El lago quieto refleja por igual el ordenado bosque y la selva urbana. Es un momento intermedio, liminar, entre la noche y el día, la verdad y la mentira, la demanda y el deseo, la incógnita que abreva de un nuevo día e ilusiona.

Un/a ciclista aspirando todo el aire y algún/a corredor/a bufando el poco aire que le resta. (Esta nota aspira a aprobar el examen de perspectiva de género, a la vez que pierde sentido y poética)
Unas chicas sobrantes de una noche agitada, esperan a algún cliente de rezago y, mientras se hace la hora del salvador “¡Café, café cafééé! conversan con rudamachos voces.

Una veintena de jóvenes agentes de tránsito – de paso aviso, te enganchan sobre la avenida Sarmiento – acaparan docenas de vehículos, mientras los conductores suspiran sus etílicos vahidos. “ Y los que ya enviamos al depósito” se jacta uno y cómplice: “Hasta uno explicó que su índice de alcohol era por el vinagre en exceso de la ensalada de la suegra” ¡Bruja! Imperdible: si pudiera anotarme, madrugar no sería problema, les digo a estos joviales polis. Unos
pasos más adelante, un hombre con su tetrabrik etílico en mano me dice: “Suerte que no te sacaron la bici”. Risueño: a él lo iban a dejar en patas de pura tranca.

El lago quieto refleja por igual el ordenado bosque y la selva urbana. Es un momento intermedio, liminar, entre la noche y el día, la verdad y la mentira, la demanda y el deseo, la incógnita que abreva de un nuevo día e ilusiona.

Con esa paz y tanta diversión, es hora de ir a casa. Me espera mi enamorada con unos mates y, si tengo suerte, churros con dulce de leche. Y, quién no te dice, unos besos tiernos.

1 Dante Quinterno en Rico Tipo. Tiradas de 350.000 ejemplares.

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